lunes, 4 de agosto de 2008

EL PRINCIPITO (fragmento)

Entonces apareció el zorro.
-Buenos días –dijo el zorro.
-Buenos días –respondió cortésmente el principito, que se volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí –dijo la voz-; bajo el manzano...
-¿Quién eres tú –dijo el principito-. Eres muy bonito...
-Soy un zorro –dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo –le propuso el principito-. Estoy tan triste...
-No puedo jugar contigo –dijo el zorro-. No estoy domesticado.
-¡Ah!, perdón –exclamó el principito.
Pero después de reflexionar respondió:
-¿Qué significa domesticar?
-Tú no eres de aquí –dijo el zorro-, ¿qué es lo que buscas?
-Busco a los hombres –dijo el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?
-Es una cosas demasiado olvidada –dijo el zorro- tienen fusiles y cazan. -¡Es bien molesto! Crían también gallinas. Es su único interés. ¿Tú buscas gallinas?
-No –dijo el principito-. Yo busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"?
-Es una cosas demasiado olvidada –dijo el zorro-. Eso significa "crear lazos".
-¿Crear lazos?
-Seguramente –dijo el zorro-. Tú todavía no eres para mí más que un niño parecido a cien mil niños. Y yo no tengo necesidad de ti. Y tu tampoco tienes necesidad de mi. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si tu me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí el único en le mundo. Y yo seré para ti el único en el mundo...
-Comienzo a comprender –dijo el principito-. Hay una flor..., creo que ella me ha domesticado...
-Es posible –dijo el zorro-. Sobre la tierra se ven toda serie de cosas...
¡Oh!, no es sobre la tierra –dijo el principito-.
El zorro se mostró muy intrigado
- ¿Sobre otro planeta?
- Sí.
- ¿Hay cazadores ahí sobre ese planeta?
- No.
- ¡Eso es interesante! ¿y gallinas?
- No.
- Nada es perfecto –suspiró el zorro.
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me fastidio, pues, un poco. Pero si tu me domesticaras, mi vida estaría llena de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros me hacen meter bajo tierra. El tuyo me llamará fuera de la cueva, como una música. ¡Y después, mira! ¿ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes los cabellos color de oro. Entonces será maravilloso cuando tú me hayas domesticado. El trigo que es dorado, hará que te recuerde. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró largo rato al principito:
- ¡Si quieres domestícame! –dijo.
- Si quiero –respondió el principito- pero no tengo mucho tiempo. Tengo amigos que descubrir y muchas cosas que conocer.
-¡ No se conocen mas que las cosas que se domestican –dijo el zorro. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada.
Compran las cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen vendedores de amigos, los hombres no tienen amigos, ¡Situ quieres un amigo, domestícame!
- ¿Qué es lo que hay que hacer? -dijo el principito.
-Hace falta ser muy paciente –respondió el zorro-. Te sentarás primero un poco lejos de mí, de esta manera, en la hierba. Yo te miraré con el rabillo del ojo y tu no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el principito.
-Hubiera sido mejor volver a la misma hora –dijo el zorro-. Si tu vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres empezaré a ser feliz. A las cuatro ya me agitaré y me inquietaré: ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si tu vienes no importa cuando no sabré nunca a qué hora vestir el corazón... Hacen falta los ritos.
-¿Qué es un rito? –dijo el principito?
-Es también una cosa demasiado olvidada –dijo el zorro-.
Es lo que hace que un días sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas. Hay un rito por ejemplo, en mis cazadores. Bailan el jueves con las chicas de la villa. ¡Entonces el jueves es un día maravilloso! Voy a pasearme hasta la viña. Si los cazadores bailaran no importa cuando, los días se parecerían todos y no tendría vacaciones.
Así el principito domesticó al zorro. Y cuando se aproximó la hora de la partida:
-¡Ah! –dijo el zorro-; ... lloraré.
-Es tu culpa –dijo el principito-; yo no te deseaba ningún mal, pero tú has qurerido que te domestique...
-Seguramente –dijo el zorro-.
-¡Pero vas a llorar! –dijo el principito.
-Seguramente –dijo el zorro-.
-¡Entonces tu no ganaste nada con ello!
-Gano con ello –dijo el zorro- a causa del color del trigo.
Después añadió:
-Vuelve a ver las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós, y te regalaré un secreto.
El principito fue de nuevo a ver las rosas:
Vosotras no sois nada parecidas a mi rosa, no sois nada aún –les dijo-. Nadie os ha domesticado y vosotras no habéis domesticado a nadie. Sois como era mi zorro. El no era mas que un zorro parecido a otros cien mil. Pero yo lo he hecho mi amigo y él es ahora único en el mundo.
Y las rosas estaban bien molestas.
-Sois bellas pero estáis vacías –les dijo todavía-. No se puede morir por vosotras. Con seguridad cualquiera que pasara creerías que mi rosas se parece a vosotras. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, porque es a la que he regado. Porque es a la que he puesto bajo una campana. Porque es a ella a la que he abrigado con el biombo. Es para ella que yo maté a las orugas (excepto dos o tres para las mariposas). Porque es a ella a quien yo escuché quejarse, o envanecerse, o también, a veces callarse. Porque ésta es mi rosa.
Y se volvió hacia el zorro:
-Adiós –le dijo.
-adiós –dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy sencillo: solo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos.
-Lo esencial es invisible para los ojos –repitió el principito, con el fin de acordarse.
-Es el tiempo que has perdido con tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
-Es el tiempo que he perdido con mi rosa... – dijo el principito con el fin de acordarse.
Los hombres han olvidado esa verdad –dijo el zorro-.
Pero tu no debes olvidarla. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
-Soy responsable de mi rosa... –repitió el principito, a fin de acordarse.

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